Antes QUINTANA
Esta calle peatonal, antiguo callejón por el que se llegaba desde la Acequia Alta al antiguo Tabaibal en la ladera meridional de la montaña, hoy interrumpida por la construcción de la Fábrica La Isleña, quebrándose varias veces hasta encontrarse con la calle Sor Cándida Suárez, conserva aún hoy la comunicación aérea que se daba en viviendas de planta alta a través de una balconada de madera. Las antiguas viviendas de planta baja, algunas modificadas posteriormente con la construcción de la planta alta, datan de la primera mitad del s. XIX. La estrechez de la calle y sus construcciones conservan el entonces Lugar de callejuelas y callejones en este contorno urbano.
Su antigua denominación QUINTANA, obedece a la histórica costumbre de nominar a las calles por los apellidos que en la antigüedad se mencionaban de forma aleatoria, y tanto la anterior, como la actual corresponden a la memoria del mismo ALCALDE MATEO DE MATOS QUINTANA. Fue nombrado Alcalde Real de 1800 a 1807, y elegido después primer Alcalde Constitucional tras las Cortes de Cádiz de 1812 a 1813.
En su primer mandato, tuvo lugar el Motín de 1800 ante una escasez de grano toma la decisión y ordena se vendieran igualmente los granos de los Marqueses del Buen Suceso, residentes en Madrid e ignorantes de las necesidades de la población aruquense, y además pone a la venta los suyos a precios razonables.
Eran tiempos de hambre, agudizada por la guerra de España con Inglaterra, y Canarias soportaba el cierre de los mares, de forma que lo único que llegaba a las Islas, era de África. No llegaban barcos de Europa, salvo los neutrales, escaseaba el trigo y la cebada.
Los de siempre, en nuestro caso el Mayorazgo del Buen Suceso, especulaban fuertemente con el precio del grano, y en pocos días, el precio de la fanega de trigo pasaba de cinco pesos y medio a doce pesos, y después a catorce pesos. La cebada, menos demandada, pasaba de cinco a seis pesos. Se aprovechaban también del antiguo y permanente enfrentamiento entre el Regimiento y la Audiencia, uno defendía sus derechos, y la Audiencia trataba de defender los de todos.
Hasta en tres ocasiones un mes antes del motín del 5 de mayo, el Alcalde Mateo de Matos a través de los Diputados de Abastos de Arucas demandaban de la Audiencia que el administrador del Mayorazgo «vendiese sus granos al precio corriente y dinero constante»; la Audiencia estimaba la demanda «viendo que la libertad del cosechero havía traspasado con enorme exceso los límites de la equidad y justicia», pero el Gobernador de Tropa se oponía a su venta porque ya lo tenía comprado para la tropa. Además del hambre, se sufría el poder de los ricos para especular y el contrapoder del Regimiento frente a la Audiencia.
No era suficiente pagar el precio corriente y en dinero constante, ni que la Audiencia se pusiera de parte. Ni que el Alcalde Real y los Diputados de Arucas demandaran la venta del grano. Era como decía un pasquín, los insaciables hacendados y la tiranía del poder de la milicia lo que obligaba a morir de hambre. Pero cuando se llega a un punto donde comienza la estrecha línea entre la justicia y la cruel injusticia, todo se desborda.
Inevitable que fuera el motín, convocados los vecinos al toque de caracola «A las once de la noche bajaban por las caminos que conducen desde los barrios de La Goleta y del Cerrillo una multitud de gentes con sus caras enmascaradas y armados de garrotes, introduciéndose por las calles de Arucas produciendo con sus voces de queja gran alboroto, lo que hizo que el Alcalde Real, Don Mateo de Matos, se decidiera a intervenir con su autoridad para cortar el motín y en unión del Oficial de Armas, Don Ignacio de Matos y del Señor Cura Párroco y de algunos milicianos que se pudieron recoger al paso, se fueron hacia los amotinados que se dirigían al domicilio de Don Francisco González encargado del granero e informado de su pretensiones para que se les vendiera el trigo almacenado en tal granero, les prometió que al día siguiente serían atendidas».
Algunas crónicas manifiestan que tras la monarquía absolutista de Fernando VII, abandona el cargo y es denunciado por el marquesado del Buen Suceso, siendo arrestado en el Castillo de La Luz. Tras evadirse, hipoteca sus propiedades y obtiene un préstamo del comerciante Francisco Rosalie Gourié David, para desplazarse a Madrid en defensa de su actuación como Alcalde, pero arruinado decide no volver a Canarias (JESÚS Y VELEZ-QUESADA, P.P.: Arucas, hombres y hechos, Las Palmas de G.C., 1984, p. 430. y ZAMORA SÁNCHEZ, J.: La Obra del Cronista, compilación de Juan Zamora Maldonado, Las Palmas de Gran Canaria, 2003, p. 284).
Contrasta la anterior con otra conocida y documentada (SUÁREZ GRIMÓN, V.J.: La propiedad pública, vinculada y eclesiástica en Gran Canaria, en la crisis del antiguo régimen, Tesis Doctoral ULPGC, 1987, p. 696, nota 26), que tiene aún más relevancia social que dice: «Con posterioridad sólo se registra el caso de Arucas en 1813 contra el alcalde don Mateo Ignacio de Matos por "suponerles desobedientes a las ordenes superiores y formandoles causas de asonada, lo que se da en perjuicio de todo el vecindario por calumniarle de tan feo delito". A resultas de estos hechos y acusaciones el alcalde es apresado el 25 de agosto de 1813 y, aunque el Alcalde Mayor por auto de 1 de abril de 1814 le absuelve de toda culpa, la Audiencia revoca este auto y le condena, el 23 de junio de 1814, a las costas y a 2 años de destierro de Arucas».
Puede que las confusas crónicas y la información contrastada concurran en este caso. Su salida del castillo puede no fuera por evasión, sino la revocación de sentencia por la causa de asonada; y que para su destierro de dos años se viera en la necesidad de hipotecar sus bienes para subsistir, además de los pagos que comportaría tratar de que en la Capital del Reino se reabriera su causa para la total absolución, además de las costas de un larguísimo pleito. Al no haberlo conseguido quedaría arruinado, adjudicándose sus bienes el prestamista Francisco Rosalie Gourié David.
Nada salvó al Alcalde, ni siquiera el crudo relato del padecer de las gentes dado por un testigo en el pleito: «Ques más que notoria la necesidad que ha padecido y padece este Pueblo; en terminos que sus vecinos en su mayor parte se han estado manteniendo con yerbas y afrecho tostado haviendo muchísimos que no comían gofio ni pan muchos meces, dandoles accidentes de la mucha necesidad y hambre que tenían, sin que pudiesen trabajar de resultas de ello».
Le venía de sangre su defensa de la justicia social en su pueblo por el Alcalde Mateo de Matos Quintana. Era hijo del el Capitán de Milicias Ignacio de Matos Ponce, que fue Alcalde Real de Arucas desde 1770 a 1774, más de quince años antes de plantear el pleito al Mayorazgo de Pedro Cerón por apropiación de muchas tierras que «pertenecen a S.M. y a la República del Pueblo de Arucas, como vecinos, para edificar y adelantamiento de la población, a que era su destino y proporción y otros a S.M. y repartimientos entre los vecinos el árbitro lo tuviere a bien» desde su privilegiada posición que «era un sujeto de tanta recomendación y autoridad en estas islas, cual es la de Comandante General, que tomaba cuantos terrenos le brindaba la suerte y ocasión con sus mismas facultades».
También perdería su padre otra causa de justicia social dado que la demanda sería desestimada por la Audiencia, que ya había sentado precedentes jurídicos que se sustentaban en la Real Cédula de 10 de octubre de 1615 dictada para amparar los abusos cometidos en los años posteriores a la Conquista, algo así como una amnistía general a las apropiaciones que de lo público hicieron los conquistadores.
Esta calle peatonal, antiguo callejón por el que se llegaba desde la Acequia Alta al antiguo Tabaibal en la ladera meridional de la montaña, hoy interrumpida por la construcción de la Fábrica La Isleña, quebrándose varias veces hasta encontrarse con la calle Sor Cándida Suárez, conserva aún hoy la comunicación aérea que se daba en viviendas de planta alta a través de una balconada de madera. Las antiguas viviendas de planta baja, algunas modificadas posteriormente con la construcción de la planta alta, datan de la primera mitad del s. XIX. La estrechez de la calle y sus construcciones conservan el entonces Lugar de callejuelas y callejones en este contorno urbano.
Su antigua denominación QUINTANA, obedece a la histórica costumbre de nominar a las calles por los apellidos que en la antigüedad se mencionaban de forma aleatoria, y tanto la anterior, como la actual corresponden a la memoria del mismo ALCALDE MATEO DE MATOS QUINTANA. Fue nombrado Alcalde Real de 1800 a 1807, y elegido después primer Alcalde Constitucional tras las Cortes de Cádiz de 1812 a 1813.
En su primer mandato, tuvo lugar el Motín de 1800 ante una escasez de grano toma la decisión y ordena se vendieran igualmente los granos de los Marqueses del Buen Suceso, residentes en Madrid e ignorantes de las necesidades de la población aruquense, y además pone a la venta los suyos a precios razonables.
Eran tiempos de hambre, agudizada por la guerra de España con Inglaterra, y Canarias soportaba el cierre de los mares, de forma que lo único que llegaba a las Islas, era de África. No llegaban barcos de Europa, salvo los neutrales, escaseaba el trigo y la cebada.
Los de siempre, en nuestro caso el Mayorazgo del Buen Suceso, especulaban fuertemente con el precio del grano, y en pocos días, el precio de la fanega de trigo pasaba de cinco pesos y medio a doce pesos, y después a catorce pesos. La cebada, menos demandada, pasaba de cinco a seis pesos. Se aprovechaban también del antiguo y permanente enfrentamiento entre el Regimiento y la Audiencia, uno defendía sus derechos, y la Audiencia trataba de defender los de todos.
Hasta en tres ocasiones un mes antes del motín del 5 de mayo, el Alcalde Mateo de Matos a través de los Diputados de Abastos de Arucas demandaban de la Audiencia que el administrador del Mayorazgo «vendiese sus granos al precio corriente y dinero constante»; la Audiencia estimaba la demanda «viendo que la libertad del cosechero havía traspasado con enorme exceso los límites de la equidad y justicia», pero el Gobernador de Tropa se oponía a su venta porque ya lo tenía comprado para la tropa. Además del hambre, se sufría el poder de los ricos para especular y el contrapoder del Regimiento frente a la Audiencia.
No era suficiente pagar el precio corriente y en dinero constante, ni que la Audiencia se pusiera de parte. Ni que el Alcalde Real y los Diputados de Arucas demandaran la venta del grano. Era como decía un pasquín, los insaciables hacendados y la tiranía del poder de la milicia lo que obligaba a morir de hambre. Pero cuando se llega a un punto donde comienza la estrecha línea entre la justicia y la cruel injusticia, todo se desborda.
Inevitable que fuera el motín, convocados los vecinos al toque de caracola «A las once de la noche bajaban por las caminos que conducen desde los barrios de La Goleta y del Cerrillo una multitud de gentes con sus caras enmascaradas y armados de garrotes, introduciéndose por las calles de Arucas produciendo con sus voces de queja gran alboroto, lo que hizo que el Alcalde Real, Don Mateo de Matos, se decidiera a intervenir con su autoridad para cortar el motín y en unión del Oficial de Armas, Don Ignacio de Matos y del Señor Cura Párroco y de algunos milicianos que se pudieron recoger al paso, se fueron hacia los amotinados que se dirigían al domicilio de Don Francisco González encargado del granero e informado de su pretensiones para que se les vendiera el trigo almacenado en tal granero, les prometió que al día siguiente serían atendidas».
Algunas crónicas manifiestan que tras la monarquía absolutista de Fernando VII, abandona el cargo y es denunciado por el marquesado del Buen Suceso, siendo arrestado en el Castillo de La Luz. Tras evadirse, hipoteca sus propiedades y obtiene un préstamo del comerciante Francisco Rosalie Gourié David, para desplazarse a Madrid en defensa de su actuación como Alcalde, pero arruinado decide no volver a Canarias (JESÚS Y VELEZ-QUESADA, P.P.: Arucas, hombres y hechos, Las Palmas de G.C., 1984, p. 430. y ZAMORA SÁNCHEZ, J.: La Obra del Cronista, compilación de Juan Zamora Maldonado, Las Palmas de Gran Canaria, 2003, p. 284).
Contrasta la anterior con otra conocida y documentada (SUÁREZ GRIMÓN, V.J.: La propiedad pública, vinculada y eclesiástica en Gran Canaria, en la crisis del antiguo régimen, Tesis Doctoral ULPGC, 1987, p. 696, nota 26), que tiene aún más relevancia social que dice: «Con posterioridad sólo se registra el caso de Arucas en 1813 contra el alcalde don Mateo Ignacio de Matos por "suponerles desobedientes a las ordenes superiores y formandoles causas de asonada, lo que se da en perjuicio de todo el vecindario por calumniarle de tan feo delito". A resultas de estos hechos y acusaciones el alcalde es apresado el 25 de agosto de 1813 y, aunque el Alcalde Mayor por auto de 1 de abril de 1814 le absuelve de toda culpa, la Audiencia revoca este auto y le condena, el 23 de junio de 1814, a las costas y a 2 años de destierro de Arucas».
Puede que las confusas crónicas y la información contrastada concurran en este caso. Su salida del castillo puede no fuera por evasión, sino la revocación de sentencia por la causa de asonada; y que para su destierro de dos años se viera en la necesidad de hipotecar sus bienes para subsistir, además de los pagos que comportaría tratar de que en la Capital del Reino se reabriera su causa para la total absolución, además de las costas de un larguísimo pleito. Al no haberlo conseguido quedaría arruinado, adjudicándose sus bienes el prestamista Francisco Rosalie Gourié David.
Nada salvó al Alcalde, ni siquiera el crudo relato del padecer de las gentes dado por un testigo en el pleito: «Ques más que notoria la necesidad que ha padecido y padece este Pueblo; en terminos que sus vecinos en su mayor parte se han estado manteniendo con yerbas y afrecho tostado haviendo muchísimos que no comían gofio ni pan muchos meces, dandoles accidentes de la mucha necesidad y hambre que tenían, sin que pudiesen trabajar de resultas de ello».
Le venía de sangre su defensa de la justicia social en su pueblo por el Alcalde Mateo de Matos Quintana. Era hijo del el Capitán de Milicias Ignacio de Matos Ponce, que fue Alcalde Real de Arucas desde 1770 a 1774, más de quince años antes de plantear el pleito al Mayorazgo de Pedro Cerón por apropiación de muchas tierras que «pertenecen a S.M. y a la República del Pueblo de Arucas, como vecinos, para edificar y adelantamiento de la población, a que era su destino y proporción y otros a S.M. y repartimientos entre los vecinos el árbitro lo tuviere a bien» desde su privilegiada posición que «era un sujeto de tanta recomendación y autoridad en estas islas, cual es la de Comandante General, que tomaba cuantos terrenos le brindaba la suerte y ocasión con sus mismas facultades».
También perdería su padre otra causa de justicia social dado que la demanda sería desestimada por la Audiencia, que ya había sentado precedentes jurídicos que se sustentaban en la Real Cédula de 10 de octubre de 1615 dictada para amparar los abusos cometidos en los años posteriores a la Conquista, algo así como una amnistía general a las apropiaciones que de lo público hicieron los conquistadores.
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Fuente: "Calles con historia como Penny Lane", Parte Tercera
de mi libro Silencios rotos. El desflorillado de la historia aruquense, ed. digital 2012 - MDC Silencios rotos : el
desflorillado de la historia aruquense
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